martes, 10 de abril de 2007

La nueva ironía

El texto que viene a continuación es sólo un boceto. Agradezco cualquier comentario o crítica, para poder continuar perfilando la idea.

La nueva ironía

Ha pasado mucho tiempo desde aquel momento en el que el espíritu griego fue decididamente traicionado. También ha pasado tiempo desde que escuchamos las primeras críticas a Sócrates, desde que su deuda con Asclepio comenzó a sonarnos más repugnante que nunca. Nuestro filósofo madrileño nos advirtió con furia de la ironía que se había llevado a cabo: una suerte de culturalismo, una pesada capa de lo reflexivo, lo mediato, lo racional, iba a caer sobre la vida y su espontaneidad; pero a este capote no le bastaba con ser arrojado una vez: cual religión exigía que los votos se renovasen cada cierto tiempo – el cuerpo no era un adversario fácil de dominar, y no se dejaba someter tan fácilmente. Por ello, esta suerte de creencia se fue poco a poco transformando en una mezcla de religión, disciplina y tiranía. Por supuesto, y como en toda actitud, había grados.

La cuestión es que determinados pensadores se dieron cuenta de la subversión que existía: por fortuna al leer los textos griegos comprendieron que el socratismo, y su fiel emanación traducción para el pueblo, llamado cristianismo, no constituía el espíritu originario. Un poco más adelante vieron que tampoco existía ese espíritu originario al que apelar. Cayeron también en la cuenta de que tras la revolución francesa la razón no había ocupado los altares: sencillamente los había dejado vacíos. Surgió entonces un movimiento radical de afirmación: un movimiento que pedía lo inmediato, que pedía valor y que sobre todo pedía un sí sin concesiones a la Vida. No fue muy popular y las críticas le llovieron por doquier. A menudo fue traicionado, embaucado en otras empresas tan distantes del sentimiento original que lo animaba que resultaba escandaloso, pero en definitiva, se iba abriendo camino. Y era difícil, pero los artistas, apoyaban su lento andar. Quizás en algún momento estos peregrinos llegaron a albergar esperanzas. Esperanzas, pensamos ahora… qué ilusión, que ilusión tan sencilla.

La cuestión que me ocupa ahora es la nueva ironía. Una ironía es la suplantación de una cosa con otra. Hoy en día se ha producido una curiosa y fortuita alianza: religión, materialismo y negación. Todo por supuesto cosido con el hilo del capitalismo, doctrina económica con una rara habilidad para sobrevivir. Nuestro entorno se ha venido saturando de dobles mundos, la tecnología ha invadido rincones de nuestra intimidad, y la comunicación entre personas, tan fraterna al cabo, se ha venido mediando a través de la imagen, la transmisión y la telecomunicación. El dominio de las nuevas formas de comunicación delata en el fondo una radical negación. Y todo ello se debe a que le concede al individuo la posibilidad de alterar la realidad más inmediata, su entorno del ahora. Una llamada, una inmersión en un mundo virtual o tan sólo perder la conciencia en un videojuego o una película cargada de efectos especiales es la oferta. La conciencia se diluye. Primer mecanismo de la religión. Se diluye exigiendo un tributo: ninguna de las tecnologías es barata, hay que pagar. Aquí entra en juego el capitalismo. Tercer mecanismo: la insatisfacción recurrente. Cuarto mecanismo: se le niega al individuo sumido en esta espiral la posibilidad misma de sustraerse a ella. Quinto elemento: la tecnología se vuelve obsoleta: hay que renovar los votos. Esta suerte materialismo que suplanta nuestra vida inmediata, constituye la ironía fundamental: porque el mundo que vivimos se transforma en un plano en el que se superponen las voces que entran y que llegan a través del teléfono, la televisión, Internet, quedando reducido el individuo a un nudo donde se nunca mejor dicho, se anudan las comunicaciones materiales. Lo mediado, lo mediato, como pensaba Ortega es una de las formas de negación, es el producto último del culturalismo, del cristianismo, del socratismo, y por tanto del rechazo a la vida. Nieztsche pensaba que no hay que tenerle miedo al dolor, que hay que ser valientes y afirmar. Pero la irrupción de esta nueva forma de alienación lleva al individuo desde la ironía a la esquizofrenia. Le confiere la posibilidad misma de sustraerse, de apartarse de cualquier dolor en su espíritu. Un espíritu que no sufre, no es un espíritu capaz de estar alegre. En un espíritu plano no se desarrollará jamás la ciencia jovial que pedía Nietzsche. Este espíritu mismo comienza a ser succionado a través del más que extendido puerto USB. Yo no ofrezco soluciones. Sólo ofrezco síntomas. No soy médico todavía, sino estudiante. Pero, como lector de Freud y como también receptor del judeocristianismo, creo, todavía en que la palabra salva. Recuperar la palabra de unos con otros, el encuentro, la visión directa del amigo, el sexo real frente al sexo con una pantalla, viene a ser ahora nuestra labor. Seamos acicates contra todo lo que dicen no: religión, capitalismo, invasión tecnológica. Por una tecnología para la vida y no una vida para la tecnología.

Manifiesto de abril

lunes, 9 de abril de 2007


Hasta el 15 de abril se puede disfrutar de la exposión de M. C. Escher. Está situada en plaza de castilla, en las antiguas instalaciones del agua. Escher optó por un arte de lo imposible, un arte en el que las figuras bajaban infinitamente, o entraban del papel a la realidad, o bien se transformaban paulatinamente en otras a través de los espacios vacíos. Es recomendable leer la gran obra "Gödel, Escher, Bach", pues arroja una gran cantidad de luz sobre la cuestión de las paradojas, que tan bellamente ilustra este autor. Como aperitivo aquí dejo una imagen.